RELATOS

SIESTA

La tumbona está preparada a la sombra de un tilo y cerca la piscina ofrece su transparencia como un espejo. Lo que más apetece en verano después de una buena comida en el campo es también una buena siesta.
Tienes todo a punto en tu cabeza y ya incluso estás acostado en la tumbona cuya tela de loneta está a tono con los colores del verano. Tienes una somnolencia que te hace presagiar que vas a dormir una siesta magnífica. Estás como anestesiado y suena una voz cercana y ajena:
-       ¡Fidel! que no te metas en el agua hasta que pasen dos horas!!
De momento sigues anestesiado. Insiste la voz:
-       ¡Fidel! que hagas caso a lo que te he dicho!!
Insistes en seguir con tu siesta. La voz de alarma ajena y cercana vuelve a sonar varias veces. Te levantas, te fastidiaron la siesta al aire libre. Entras en la casa y ya en tu cama no te puedes dormir, se ha pasado el momento idílico en el que el sueño te acaricia y te envuelve.
Piensas, mañana es lunes, ya no estará Fidel y podré dormir la siesta al aire libre.

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