domingo, 26 de mayo de 2013

APRENDDER

APRENDER

Aprendes a nacer desde el seno de tu madre.
Aprendes a vivir.
Aprendes a llorar.
Aprendes a reir.
Aprendes a comer
Aprendes a andar.
Aprendes a defenderte.
Aprendes a perder.
Aprendes a querer.
Aprendes a que te quieran.
Aprendes a compartir.
Aprendes a tener años.
Pero nunca aprendes a morir.

AMORES IMPOSIBLES



Habías nacido en el seno de una familia humilde. El origen irlandés de tus padres, creyentes en Dios, os hacía esperar su benevolencia para superar la dura situación en la que vivíais. Cuando tenías seis años tu padre os abandonó para siempre y tu madre, mujer de poco espíritu y carácter, quería y debía sacaros adelante a tu hermana y a ti. Fregaba escaleras en los edificios de oficina cercanos a vuestro mísero barrio en donde compartíais una vivienda de dos habitaciones con otra familia irlandesa. Sus fuerzas eran escasas y su mente débil, empezó a beber y poco a poco se fue perdiendo en la bebida que la llevó a coger una cirrosis, muriendo cuando tenías diez años.
Vuestro destino, el de las dos hermanas, fue una casa de beneficencia en la que tuvisteis con los medios imprescindibles  para seguir creciendo pero sin ningún cariño.
Todo eran horarios y obligaciones.
Un día decidisteis  escapar. Tenías 12 años. Las autoridades te buscaron por todas partes, pero tú fuiste más hábil que ellos y no te encontraron. El día lo pasabas en el almacén del mercado público. Allí no hacía demasiado frio y siempre había un lugar para ti. No pedías mucho. Cuando cerraban el mercado y los agentes de seguridad se iban, entonces, salías de tu escondite y te acercabas donde los vendedores depositaban los desperdicios y restos de lo vendido.  Siempre encontrabas algo para comer: frutas variadas, verduras y hortalizas, etc.
Un día uno de los vendedores te vio coger de los contenedores lo que iba a ser tu menú del día: una manzana, un plátano y unas hojas de lechuga. Te preguntó:
¿Tienes  hambre? Y tu contestación fue que Si. Entonces él te llevó un vaso de caldo de una máquina y otro vaso con chocolate también de la máquina.  Para ti fue fantástico volver a tomar algo caliente. Habías dejado de hacerlo desde que saliste del orfanato y de eso hacía ya un año.
El vendedor hombre generoso, te empezó a llevar comida preparaba por su mujer; carne, huevos, judías, pasta, arroz, etc. Todo ello te lo calentaba en un hornillo para que lo comieras caliente.
Habías crecido y te estabas convirtiendo en una chica que, pese a tu sucio y descuidado aspecto, no podían ocultarse tus incipientes pechos que junto con tus bonitos, brazos, piernas y glúteos, sin olvidar tu rostro en el que resaltaban los ojos azules irlandeses, empezabas a ser muy atractiva,  dándote cuenta por como algunos hombres te miraban.
Tu hermana seguía en el orfanato y tú no  sabías nada de ella. Eso te atormentaba.
El vendedor generoso propuso a su mujer que fueras a vivir a su casa para ayudar en  tareas domésticas. La mujer fue confiando en ti y al poco tiempo ya te quedabas sola en casa y, la mujer, iba a la tienda del mercado a ayudar a su marido.
Te podías duchar. Lo hacías cuando ellos no estaban en casa. Dormías en un cuartucho sin ventana, pero era mucho mejor que hacerlo en el mercado. Ibas poco a poco rehaciendo la vida mísera que te había tocado. Hasta pudiste hablar con tu hermana. El matrimonio te puso al habla con ella.
Todo transcurría con normalidad hasta que un día, estando en la ducha, notaste que alguien había entrado en el cuarto, no lo cerrabas pues te habías quedado sola, y cual fue tu sorpresa cuando al retirar la cortina de la ducha viste al vendedor y también tu protector.  Gritaste pero de nada te servía,  nadie podía oírte, solo él. Tu sorpresa fue tan grande que no reaccionabas, excepto gritando. Él con gran calma y ojos exaltados te puso la toalla alrededor de tu cuerpo. Parecía que no iba con malas intenciones.
Cuando saliste de la ducha él te esperaba. Tenía el aspecto tranquilo. Preguntaste que por qué estaba allí. Te respondió que quería hablar contigo. Fue otra sorpresa para ti. –Bueno-, dijiste , y escuchaste lo que te propuso.
Te quería poner un sueldo con independencia de que siguieras trabajando en la casa y alimentándote en ella. Un secreto entre vosotros. En principio, no encontrabas ninguna dificultad a la propuesta. Sin embargo, eso no era todo. El vendedor te propuso que, a cambio, le concedieras tu cuerpo cuando te lo solicitara. Para ti fue difícil de entender aquello, todavía eras una niña, pero no te negaste. Pensaste; mejor aquí que en el almacén del mercado.
La vida siguió y el vendedor venía alguna mañana te acariciaba tu cuerpo y te penetraba sin que tu, en ninguna ocasión te negaras.
Cuando alcanzaste la mayoría de edad y, después de haber ido ahorrando lo que te pagaban al mes, decidiste irte de la casa sin dejar rastro.
Llamaste a tu hermana y la propusiste que se viniera a vivir contigo. Ante las autoridades  no hubo dificultades. Ella aceptó y en un par de meses os instalasteis en Londres, en un piso próximo a Hyde Park, de muy buen nivel. Tu hermana tenía un cuerpo bonito y aunque sus ojos no eran azules la oscuridad de ellos resaltaba con el rubio de su pelo y tez muy blanca. Necesitaba una buena sesión de estética y actualizar el vestuario. Eran temas fáciles.
Después de varios días de convivencia y poneros al día de lo que había sucedido en los años de separación entraste a hacerle una propuesta; vuestro lugar de trabajo sería la barra de los Clubs más exclusivos de Londres, ahí se conocen a hombres de alto nivel económico que, cuando ellos os demandaran sexo, llevarías a vuestro piso. En ningún caso os enamorarías de ellos. Vuestras tasas serían las más altas de aquella barra y en casa siempre habría las bebidas más exclusivas: champan, ginebras, rones, además de saber preparar cocteles para lo que asististeis a un curso especial.
Todo empezó a transcurrir con normalidad, dentro del plan, durante dos años no hubo dificultades. Sin embargo, un norteamericano que estaba expatriado en Londres, deseaba tenerte a ti exclusiva para él. No te interesaba. Querías aprovecharte de la economía de ellos y, en ningún caso, la persona, los hombres, suponían nada para ti.
Fue tal su insistencia que empezaste a rechazarle. Una tarde estando en casa con un cliente llamaron a la puerta y saliste a abrir; era el norteamericano. Detrás de ti estaba el cliente de esa noche. Tu no podías verle y negaste que estuvieses con otro hombre. Cuando descubriste que estaba el cliente, era demasiado tarde. El norteamericano había sacado una pistola que apuntaba a tu cliente.
Te pusiste delante y el norteamericano tuvo que buscar el ángulo de tiro para no darte. Después de unos instantes y dándole un golpe bajo pudiste coger la pistola matando al norteamericano. El cliente se quedó muy asustado pero tú no, después de hacerle unas cuantas caricias te fuiste a la cama con él, estaba perplejo pero tu cuerpo le atraía tanto que no lo dudó y después de una especial sesión, aquel accidente te había hecho desearle, habitualmente no ocurría. Tu cliente se quedó dormido y aprovechaste para que dejara sus huellas en la pistola. Después llamaste a la policía y terminaste de llevar a cabo tu plan.
Pusiste al corriente de todo a tu hermana que se mostró impasible con el relato de lo ocurrido no dándole ninguna importancia.
El juez te preguntó quien había disparado la pistola y tú no dudaste había sido el cliente. Además, las huellas así lo identificaron.

Concha Lopezosa                                                           abril 2012

lunes, 13 de mayo de 2013

MI PRIMER LIBRO ES LETRAS MAYORES

Ilusión, optimismo y mucho entusiasmo entre compañeros en una actividad común que nos dirige nuestra profesora y que nos ha llevado a crear nuestro primer libro LETRAS MAYORES.